martes, diciembre 12, 2006

Era un día frio, ni siquiera el sol era capaz de calentar nuestra piel.

Teniamos fria el alma.
Nos estabamos despidiendo.
Lo hicimos tarde porque no perdiamos la esperanza
de que te quedaras un poquito más.

Allí, en aquel triste y frio pueblo de la Mancha,
donde las mujeres tenían surcos en la cara, del campo y los años.
Y vestían de luto riguroso.

Recuerdo aquella fria iglesia donde
los hombres se sentaban a un lado
y las mujeres a otro,
donde nos llamaban forasteros
y oiamos los cuchicheos de la gente a nuestro alrededor
intentando averiguar de "quienes eramos",
mientras nuestra alma tiritaba de ausencia
y nos contagiabamos el llanto.

Aquel frio y austero Cementerio
donde no habia hueco para un hombre tan grande.

LLegamos a casa tarde,
alguien habia preparado una mesa preciosa,
sonaban villancicos
y de repente
la casa se habia llenado de gente.
Era Nochebuena.

Lo piensa y lo dice (puedes no estar de acuerdo)Toña a las 3:53 p. m. y dicen por allí